Llevo rozaduras en el alma,
ampollas,
por intentar encajármela
una y otra vez.
Me aprieta.
Creo que me vengo demasiado pequeña
y se me escapa/o
sin querer
de mí.
Y me vierto por los ojos
y los poros
sin saber cómo recogerme.
Formando charcos en las aceras.
Dejando cabos sueltos
y cables pelados
al aire.
Descubierta.
Cómo encontrarme dentro
si no distingo dónde termino
ni dónde empiezo.
Me estiro la piel
sobre los huesos.
No me llega.
Me guardo en un rincón lejano
esta parte de mí que anda
con las venas abiertas.
Hasta que se te cierren,
muñequita, muñeca.
Hasta que se cierren
se me hará cargo la fiera
fría,
imbatible,
invencible,
inmune
que va desconectada
de todo yo.
Dormir,
anestesiar
los ojos
o verterles alcohol
en las pupilas.
No sé cómo camina
esta sombra
que lleva mi nombre.
Ando demasiado ocupada
recogiendo piezas y descartando
agujas del reloj
con las que hilvanarme de nuevo.
He perdido los bordes
que me dibujaban
y siento mi Big Bang
expandiéndome.
Lleno mis estrellas de agujeros negros,
y mis agujeros negros de constelaciones.
No estoy rota.
No estoy perdida.
Aunque lo esté.
Úr Qazris
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