domingo, 6 de diciembre de 2015

A veces los cobardes ganan la batalla.

Tú que creías haber trazado mi mapa
y conocer mis coordenadas.
No presumas
de haber conquistado el territorio
cuando hay zonas
que yo misma ignoraba.

No sabes
que con la misma fiereza
con la que me lanzo contra muros
también sé tomar impulso
y distancia.
Que me crucifiqué con clavos ardiendo
y que al soltar perdí la piel en ellos.
Pero estoy acostumbrada.

Tan acostumbrada a arderme
hasta el final.
Cuando no queda nada
en la caja de Pandora,
en mi caja,
quemo los puentes que antes me negabas.

A veces los cobardes ganan la batalla.

Las cortinas de humo y de palabras
no sirven
cuando se caen las máscaras.
Corté las cuerdas
de esta marioneta atrapada.
Leí el guión
de esta tragicomedia falsa.

Sigo salvaje,
fríos los ojos,
los pies
y el alma.
Lo querías todo.
Me quedé sin nada.

Pero sé caminar sola
por carreteras abandonadas.
Sé que no todos
tienen lo que hace falta
para mirar de frente
con las intenciones claras.

Los juegos con fuego
acaban, a veces, en ascuas.
Bendito Fénix que soy.
Bendita mariposa de llamas.
Bendita libélula
que ve todo
y aviva las brasas.

Danzando estuve en tus bordes,
danzando retomo mis alas
equilibrada de nuevo
en más arriesgadas acrobacias.

Libre,
honesta,
valiente y sabia.

No tengo miedo ya de perder
lo que nunca fue mío.
Evoluciona tú, salta.
Deja esa red de mentira
y atrévete a sostener mi mirada.

Yo ya no estoy.
Me fui.
Aquí queda la cáscara.
Si quieres nuevos comienzos
no vivas en sonrisas pasadas.

Úr Qazris




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