Te empeñas en plantarme flores
entre las ruinas
que otros dejaron.
Miras mis escombros
y los llueves,
los prendes,
los acaricias.
Me llenas de amapolas
y margaritas,
de esas cuyos pétalos
dicen todos que sí.
Coses mis deshilachados
con agujas de las horas
y los días.
Soplas en mis alas quebradas
para pegarlas
con besos de sutura,
mientras sigo intentando arrancármelas
a dentelladas.
Te digo que no me llega la piel
y me dices que no la necesito,
pero que es fina y sensible
y la recorres despertando ríos
sólo para que oiga las tormentas.
Dibujas espirales en mi espalda
para que baile libre
y me abres las puertas
y las ventanas
y me haces música.
Invitas a mi yo salvaje a gritar,
pero respetas mi cueva
y que siga pintando a oscuras
hasta que respire el mar.
Mi hogar y mi hoguera.
Me dejas caer para que aprenda
a levantarme
sola.
Y me tiendes la mano
y el espacio
y tu yo.
Y llegar a ti es consumir profecías.
Plántame otra margarita,
de esas que siempre
dicen
sí.
Úr Qazris
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