del estómago.
Donde suelen estar las mariposas,
dicen.
Se me han subido los pájaros
de la cabeza
a los pies.
Y ya no camino,
aleteo.
Se me han deshecho
los dientes
en leones
que rugen con el viento
cada vez
que abro los ojos.
Me soplo,
me vuelo.
Yo no me miro al espejo.
Lo cruzo y observo
desde el otro lado.
Alicia sin conejo
ni reina ni corazones
ni naipes
ni gato.
Persigo un reloj
que llega tarde
y viene pronto
y clava agujas
de doce en doce.
Entre escombros,
entre polvos,
entre brotes.
Úr Qazris
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