sábado, 12 de marzo de 2016

No pude salvarte

Van tus dedos más allá de la piel
a dibujarme los caminos,
por si decido
a
l
e
j
a
r
m
e.
Y mi mano se clava en tu corazón,
como un ancla.
Sólo veo la curva de tus labios
al contraluz
de la conversación de silencios.
Duermes y yo velo.
Adivino en el reposo del guerrero
las mil batallas de otras vidas
en las que nos fuimos encontrando.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta perdernos de nuevo.
He bailado en campos que ya no existen
y has recibido flechas por mí.
Algunas que yo disparé.
No pude salvarte.
Pero aquí estás,
respondiendo el grito de SOS
que fue arrancándome las venas.
Domas tus demonios
en mí.
Domo mis dragones
en ti.
Hacer el amor
sin ser ni tú ni yo.
Somos sagrados
de lo que nos une y separa
sin religión
y con todo un universo
para
bendecirnos.
Los ojos que no se ven
observan
otro tiempo perdido.
No pude salvarte
y aquí estás.
Para salvarme de nuevo.
Mientras yo me salvo de mí.
Es tu abrazo puerto seguro,
volver a casa.
Una que no conozco
y que siempre fue mía.
Eres hogar y hoguera
donde quemarme
y resucitar.
Eres...
quien tomó flechas por mí,
algunas que yo disparé.
Eres quien no pude salvar
y volvió
para salvarme de nuevo.
Mientras yo me salvo de mí.
Úr Qazris
(Imagen "The Comforter", de Lee Bogle.

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