Hay cosas que son y otras que no.
Y yo no sé si soy,
si existo,
o sólo me invento con la fuerza suficiente
como para romper las paredes
y salir del otro lado.
O entrar.
O quedarme en el medio.
Podría cerrar los ojos
y fingir que duermo.
Y soñar que sueño
como dijo aquel genio.
Vivir de puntillas
y pulsar el interruptor
a medias.
Lo justo para distinguir
entre sí
las tinieblas.
Podría...
Escribo para encontrame
como si nunca me hubiera perdido.
Como si no hubiera final
para el camino.
Me escribo.
Y creo que la que escribe
es otra
que me vive
sin yo saberlo ni ser consciente.
¿De las dos, cuál miente?
Busco dentro del pecho,
ahí donde se apoya el mundo
donde se revolucionan mis puntos débiles
y construyen su fuerte
y me conquistan.
La tierra entre los dientes
y soplo
calaveras
al viento.
Y ahogo sirenas
en vasos de agua.
Adiós alarmas.
Porque no hay mar ni infierno.
El abismo abre
entre los dedos,
cierra
los labios.
Sella
y ya.
Voy oscura e ilumino
a quien venga detrás.
Y bailo el silencio
y me hago mía.
Y me rompo,
me recojo,
me creo
y recreo
en las grietas de mi piel
que va por dentro
de los huesos.
Donde antes estuve.
Hace tiempo.
Úr Qazris
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