Es
importante saborear bien las heridas.
Paladear
su aroma
metálico
y sutil.
Recorrer
con los dedos
los
bordes abiertos del corazón.
Acariciarlos
como
se acarician
los
pétalos
de
una flor.
Y
sentirlos estremecerse.
No
deberíamos negarnos
el
dulce dolor
de
palpitarnos
en
cada paso.
De
desgarrarnos las entrañas
siéndonos.
Temblar
más
ante los silencios
que
ante los hechos
y
la palabra que
nos
crea,
nos
destruye,
nos
transforma.
Con
cinco sentidos
para
vernos
y
ser capaces
de
no apartar la mirada.
Úr
Qazris
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